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    Ángel Belleza: Policía héroe que ayudó incluso después de morir

    El suboficial brindaba seguridad a un empresario cuando fue atacado. Tras su muerte, salvó cinco vidas donando sus órganos.

    Foto y video: América Noticias

    El viernes 11 de abril, un nuevo atentado enlutó a la Policía Nacional. El suboficial brigadier Ángel Gilmar Belleza Zapata fue atacado a balazos mientras brindaba seguridad privada a un empresario en el distrito de Miraflores.

    Murió tres días después en una clínica, pero incluso tras su partida, cumplió una última misión: salvar vidas.

    Ángel tenía 55 años y 35 de ellos dedicados con entrega a la institución. Había heredado la vocación de su padre, miembro de la antigua Guardia Civil, y desde niño soñaba con vestir el uniforme.

    Ingresó a la Escuela de Suboficiales a los 19 años, tras varios intentos. Su trayectoria fue ejemplar: disciplinado, honesto, carismático. Siempre dispuesto a ayudar.

    La noche del ataque, estaba estacionado en una camioneta esperando al empresario que contrató sus servicios. Eran las 9:30 p.m. cuando un auto se acercó y dos sicarios dispararon sin piedad.

    Trece balas atravesaron los vidrios. Tres de ellas impactaron en Ángel: una en la cabeza y dos en el tórax. Aunque fue llevado de emergencia a una clínica local, no logró recuperarse. Fue declarado con muerte cerebral.

    Su familia, destrozada por el dolor, tomó una decisión que honra su legado: autorizar la donación de sus órganos. Gracias a ello, cinco personas continúan con vida. Así, Ángel cumplió hasta el final con su compromiso de proteger a los demás.

    El brigadier Belleza era mucho más que un efectivo policial. En su barrio de Pachacámac lo recuerdan como un hombre alegre, amante del fútbol, el alma de cada reunión familiar.

    A pesar del esfuerzo diario, nunca dejó de trabajar en sus días libres para cubrir los estudios universitarios de sus hijos. Porque detrás del uniforme, había un padre, un esposo, un hermano.

    Su sepelio, acompañado por colegas, vecinos y compañeros de promoción, fue un homenaje a una vida íntegra. La plaza principal de su distrito fue testigo del último adiós.

    El mismo lugar por donde Ángel caminaba cada mañana, recorriendo dos horas hasta el centro de Lima para cumplir con su deber.

    Hoy su ausencia duele, pero su ejemplo permanece. Ángel Belleza se convirtió en lo que su nombre ya anunciaba: un verdadero ángel de la guarda.