Hoy:

    Jesús María se saborea con historia y emprendimiento

    Emprendedores con pasado parroquial, cocineros formados por necesidad y recetas heredadas se reúnen en los huariques de este distrito.

    Foto y video: América Noticias

    Jesús María siempre ha sido visto como un distrito apacible y familiar. Pero más allá de sus parques y edificios residenciales, existe una ruta gastronómica que se alimenta de historias personales, esfuerzo, tradición y sabores de antaño. Son huariques donde cada vaso, plato o postre tiene una historia que contar.

    El recorrido empieza en el mercado San José, donde los jugos dejaron de ser simples bebidas para convertirse en experiencias. Martín es el artífice del famoso “Vaso Gigantón”, un litro entero de pura fruta que conquista por su tamaño, color y sabor. “Aquí hay más fruta que agua”, cuenta con orgullo. Sus clientas lo conocen desde la parroquia, lo llaman “favorito” y no dudan en combinar su vestimenta con el color del jugo. En ese puesto no solo se toma, también se ríe, se conversa y se baila.

    A unos minutos de allí, en una casa sin letrero, se ubica “Caleta Conchas Negras”, una cevichería oculta donde la entrada se gana tocando el timbre y diciendo la frase clave: “quiero comer caleta”. Sebastián Bandenay, su fundador, apostó por un espacio exclusivo donde el ceviche, el arroz con mariscos y la poderosa parihuela llegan con insumos frescos desde Tumbes. “Abrimos a puertas cerradas para que la gente disfrute tranquila”, dice. Su carta, diseñada para impactar, combina potencia afrodisíaca y tradición marina.

    La última parada es “Puntito Dulce”, un local que nació como perfumería y terminó convertido en restaurante gracias a los picarones. Rosa Castro heredó las recetas de su abuela y las convirtió en postres clásicos hechos con insumos de calidad. Con el tiempo amplió su carta e incluyó platos criollos como tallarín saltado, rocoto relleno y anticuchos. “No escatimamos en ingredientes porque el sabor también se hereda”, afirma con orgullo.

    Así, entre parroquias, cocinas improvisadas y fogones que no se apagan, Jesús María se revela como un distrito donde se come con historia. Y cada historia tiene sabor a barrio.