El nuevo Papa vivió 18 años en Perú y fue obispo en Chiclayo
Fue misionero, cocinó en comedores, ofició misas en la calle y hoy, tras 18 años en Perú, es el nuevo líder de la Iglesia.
Robert Prevost, de nacionalidad estadounidense pero con corazón peruano, fue elegido como el nuevo papa bajo el nombre de León XIV. Durante casi dos décadas, caminó entre los fieles de Chulucanas, Trujillo y Chiclayo, y dejó una huella imborrable en la historia espiritual del norte del país.
El Perú celebra con orgullo la elección del nuevo Sumo Pontífice. No es solo un Papa en Roma; es “el Papa de Chiclayo”, como muchos lo llaman.
Durante sus años como misionero y obispo en el norte del país, Robert Prevost compartió misa, comida y vida con miles de peruanos.
Ofició en templos y también en calles inundadas, con mascarilla durante la pandemia o bajo el sol piurano. En Chiclayo, fue pastor, vecino y padrino; hoy, es líder espiritual del mundo.
Desde su elección, las campanas de la iglesia donde sirvió suenan con más fuerza. Las calles se llenaron de aplausos, banderas y emoción.
Y es que el nuevo Papa León XIV no es una figura lejana, sino alguien que comió cabrito con loche, se subió a un burro para llegar a comunidades apartadas y cantó villancicos con jóvenes como uno más del coro.
El padre Roberto: el pastor que se hizo peruano
Prevost llegó al Perú en 1985. En Trujillo comenzó su labor como sacerdote en la parroquia Nuestra Señora de Monserrat, donde vivió seis años.
De ahí, su camino lo llevó a Chulucanas y luego a Chiclayo, donde fue obispo por ocho años y donde todavía lo recuerdan con cariño como “el padre Roberto”.
Sus fieles no lo describen con títulos, sino con gestos: el que se arremangaba para servir al prójimo, el que regalaba consejos y ayudaba sin cámaras.
Durante la pandemia, fue uno de los pocos en salir a oficiar misa al aire libre. También recorrió hospitales y comedores pidiendo ayuda para los que más lo necesitaban.
Uno de los gestos que más marcó a sus feligreses ocurrió en una pequeña iglesia de Piura, donde aceptó ser padrino de una niña.
No solo participó del bautizo, sino que pidió que llevara el nombre de su madre, Mildred.
Años después, siguió en contacto con la ahijada, enviándole mensajes y hasta algunas propinas, como un tío generoso que no olvida.
Fe, comida y calle: su legado en tierra peruana
Lejos de los protocolos vaticanos, el ahora Papa León XIV era un amante confeso de la gastronomía norteña.
Desayunaba frito con chicharrón y loche, y almorzaba cabrito en un restaurante frente a la catedral de Chiclayo, siempre en la misma mesa.
El mozo que lo atendía aún recuerda su sencillez y gratitud.
También se le vio muchas veces compartiendo platos humildes en comedores populares. Lo suyo era predicar con el ejemplo, no desde un púlpito dorado.
Por eso, cuando se difundió la imagen suya montado en un burro rodeado de niños, muchos lo reconocieron como el mismo sacerdote que les tendió la mano, cantó con ellos y bendijo sus casas.
Su paso por el Perú está lleno de anécdotas: desde las misas en cerros como el de la Cruz de Motupe hasta los encuentros con jóvenes en los que más que predicar, escuchaba.
Con él, el mensaje siempre fue claro: Dios se acerca a través de la acción, no del cargo.
De Chiclayo al Vaticano, sin olvidar sus raíces
Aunque hoy se vista de blanco y tenga la mirada del mundo sobre él, sus exfeligreses aseguran que su corazón sigue en el mismo lugar: en el norte peruano.
Robert Prevost fue nacionalizado peruano, y en sus palabras y gestos se siente aún el eco de sus años en las calles de Chiclayo.
El ahora León XIV nunca dejó de hablar del Perú. Incluso antes de ser elegido Papa, llevó testimonios de su labor en el país ante el Papa Francisco y pidió que Etén, en Lambayeque, fuera reconocida como ciudad eucarística.
Hoy, desde los balcones del Vaticano, su mirada recuerda a los que alguna vez le escucharon en un comedor, en una calle inundada o en una pequeña capilla.
Porque León XIV no solo es el nuevo Papa del mundo; es también el padre Roberto que los peruanos ya conocían, amaban y respetaban.
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El nuevo Papa León XIV vivió 18 años en Perú y fue obispo de Chiclayo.
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Fue sacerdote en Trujillo y misionero en Piura antes de ser obispo.
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Era conocido como el “padre Roberto”, cercano, sencillo y muy querido.
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Compartió comidas, cantó villancicos y ofició misas en zonas vulnerables.
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Su legado en el Perú quedó marcado por la acción, no solo la prédica.